miércoles, 19 de diciembre de 2007

¿Para qué sirve la ortografía?

La ortografía se puede describir como: es el uso correcto de las letras para escribir palabras. Concretamente el término ortografía subraya que las letras se usan de acuerdo con unas determinadas convenciones que se expresan a través de un conjunto de normas. Éstas establecen el uso correcto de las letras y los demás signos gráficos en la escritura de una lengua cualquiera en un tiempo concreto. La escritura alfabética es en su origen una escritura fonética, ahora bien, no existe alfabeto alguno que sea una representación exacta de su lengua. Incluso en el caso del español, que es junto al alemán una de las lenguas que mejor representa su fonética, existen 28 letras para representar sus 24 fonemas básicos.

Esto demuestra que un solo fonema puede escribirse con más de una letra, como el palatal /y/, que se puede escribir según las normas ortográficas con la letra y o con el dígrafo ll; el fonema velar /x/, que se escribe por medio de las letras g o j (y en México también x); o el fonema /s/ que para los latinoamericanos en general se escribe con las letras c, s y z, y en algunas palabras de origen náhuatl con la letra x. En otras lenguas el desajuste entre la fonética y la ortografía es mayor, como por ejemplo en el caso del inglés, donde sólo un 25% de las palabras se escriben siguiendo una adecuación fonética. Además, hay que tener en cuenta que la pronunciación de una lengua varía de forma notable tanto en el espacio, por lo que aparecen los dialectos, como en el tiempo. Por otro lado, algunas normas ortográficas son de origen gramatical y no fonético como por ejemplo el escribir con mayúscula cualquier nombre propio, o escribir n ante f o v. Esta exigencia gramatical se aplicará incluso a los neologismos que puedan entrar en la lengua.

La ortografía no es un mero artificio que pueda cambiarse con facilidad. Un cambio ortográfico representa un cambio importante en una lengua. La ortografía es el elemento que mantiene con mayor firmeza la unidad de una lengua hablada por muchas personas originarias de países muy alejados. Esto ocurre con el español, el árabe, el inglés o el francés, por poner algunos ejemplos. Si la ortografía cambiara para ajustarse sólo a criterios fonéticos, el español podría fragmentarse en tantas lenguas como regiones del mundo donde se habla, pues poseen algunos hábitos articulatorios diferentes, y si se representara en la escritura, con el paso del tiempo aparecerían graves problemas de comprensión que conducirían a la incomunicación. La ortografía no es sólo un hecho estrictamente gramatical, sino que también obedece a motivos claramente extralingüísticos.

En la escritura del español se observan tres grandes etapas, que coinciden en términos generales con los tres momentos de su evolución histórica. Los primeros documentos que se escriben en castellano no se ajustan a una única norma ortográfica, porque no existía, pero a partir del reinado de Alfonso X sí se detecta una cierta uniformidad; ésta es quizás la escritura más fonética de la historia del idioma, porque intenta reproducir las creaciones recientes de una lengua que pugna por ocupar el lugar del latín como lengua culta. Por ejemplo, en esta gráfica medieval tienen su lugar consonantes hoy desaparecidas: ss, que correspondería a un sonido sordo de [s] en posición intervocálico, ç para un sonido [ts], que desapareció siglos después y algunos otros.

En el siglo XV Nebrija escribe su Gramática de la lengua castellana y fija en ella la primera norma ortográfica que reproduce y retoca el humanista Gonzalo Correas en el siglo XVII, aquí se consagra que la diferencia entre b y v es sólo ortográfica pero no fonética. De acuerdo con ella, se publican y editan los textos del Siglo de Oro. Los cambios fonéticos de la lengua hablada, que se habían iniciado con la propagación del castellano por el mundo, habían concluido y se hacía necesaria una nueva norma ortográfica que los fijara y divulgara a regiones tan extensas como alejadas: por esta razón en 1741 la Real Academia Española publica la Ortografía que está prácticamente vigente hasta el siglo XX. En el año 1959 la Academia publica las Nuevas Normas de Prosodia y Ortografía que se distribuyen por las estaciones de radio, por las redacciones de los periódicos y se pactan con las otras academias de la lengua del continente americano lo que garantiza su cumplimiento y asegura un único criterio para la lengua literaria impresa. Aquí reciben el mismo tratamiento tanto las normas referidas a la escritura de las palabras como las referidas a los demás signos que necesita la escritura.

En otras lenguas, las reformas ortográficas proceden también de hechos relacionados con los cambios fonéticos y gramaticales que cada una sufre a lo largo de su historia; así el holandés, el francés o el noruego, por citar algunos ejemplos, han sufrido recientes reformas ortográficas que han patrocinado sus gobiernos respectivos, porque durante el siglo XX todas las lenguas han conocido la necesidad de adoptar préstamos procedentes de la revolución tecnológica, informativa y científica; todas están en contacto y se hace necesario fijar con nitidez las características peculiares de cada una. Ello sin olvidar la presión ejercida por el inglés que se está consagrando como una auténtica lengua franca. En esta lengua, la obra de Webster consagró los usos del inglés de Estados Unidos y con ello sus cambios ortográficos frente a las escrituras del inglés europeo.

En el caso del francés, la primera fijación de la ortografía coincide también con el siglo XVII y es resultado de la fundación de la Academia Francesa por Richelieu que obligó y consagró de forma oficial el uso y las normas de la lengua culta. A finales del siglo XVIII había tanta diferencia entre la lengua culta y la popular, que una de las formas por las que los revolucionarios franceses descubrían la condición de los nobles, era su forma de leer las letras del diptongo oi que correspondía a los fonemas /e/ para la lengua culta y /wa/ para la vulgar y popular, consagrándose por razones políticas este valor fonético, sin que ninguna reforma ortográfica posterior la haya recogido.

Como queda demostrado por todos estos hechos, la ortografía en una lengua no es tan arbitraria como parece y responde no sólo a la representación fonética de las lenguas, sino que sobre todo, supone un elemento de cohesión que fija una norma escrita única en las lenguas que son comunes a países diferentes.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

El susurro del lenguaje


BARTHES, Roland, El susurro del lenguaje, Barcelona, Paidós, 1994.

Escribir la lectura.

¿Nunca os ha sucedido, leyendo un libro, que os habéis ido parando continuamente a lo largo de la lectura, y no por desinterés, sino al contrario, a causa de una gran afluencia de ideas, de excitaciones, de asociaciones? En una palabra, ¿no os ha pasado nunca eso de leer levantando la cabeza?

Es sobre esa lectura, irrespetuosa, porque interrumpe el texto, y a la vez prendada de él, al que retorna para nutrirse, sobre lo que intento escribir. (…)

Así que he tomado un texto corto (cosa necesaria, dado el carácter minucioso de la empresa) (…) y me he dedicado a detenerme constantemente durante la lectura de ese texto. (…)

Ese texto (se refiere al que resulta de escribir la lectura), convendría denominar con una sola palabra, un texto-lectura, es poco conocido porque desde hace siglos nos hemos estado interesando desmesuradamente por el autor y nada en absoluto por el lector (…) el autor está considerado como eterno propietario de la obra, y nosotros, los lectores, como simples usufructuadotes: esta economía implica evidentemente un tema de autoridad: el autor, según se piensa, tiene derechos sobre el lector, lo obliga a captar un determinado sentido de la obra, y ese sentido, naturalmente, es el bueno, el verdadero (…): lo que se trata de establecer es siempre lo que el autor ha querido decir, y en ningún caso lo que el lector entiende.( …)

(…) la lectura (ese texto que escribimos en nuestro propio interior cuando leemos) dispersa, disemina (…) asocia al texto material (a cada una de sus frases) otras ideas, otras imágenes, otras significaciones.

(…) Abrir el texto, exponer el sistema de su lectura, no solamente es pedir que se lo interprete libremente y mostrar que es posible; antes que nada, y de manera mucho más radical, es conducir al reconocimiento de que no hay verdad objetiva o subjetiva de la lectura, sino tan solo una verdad lúdica; y además, en este caso, el juego no debe considerarse como distracción, sino como trabajo, un trabajo del que, sin embargo, se ha evaporado todo esfuerzo: leer es hacer trabajar a nuestro cuerpo (desde el psicoanálisis sabemos que el cuerpo sobrepasa ampliamente nuestra memoria y nuestra conciencia) siguiendo la llamada de los signos del texto, de todos esos lenguajes que lo atraviesan y que forman una especie de irisada profundidad en cada frase.

(…) Me imagino muy bien al relato legible (…) bajo la forma de una de esas figurillas sutil y elegantemente articuladas que los pintores utilizan (o utilizaban) para aprender a hacer croquis de las diferentes posturas del cuerpo humano; al leer imprimimos también una determinada postura al texto, y es por eso por lo que está vivo (…)

sábado, 8 de diciembre de 2007

Romanticismo


El Romanticismo es una reacción contra el espíritu racional e hipercrítico de la Ilustración y el Neoclasicismo, y favorecía, ante todo:

  • La conciencia del Yo como entidad autónoma.
  • La primacía del Genio creador de un Universo propio.
  • La supremacía del sentimiento frente a la razón neoclásica.
  • La fuerte tendencia nacionalista.
  • La del liberalismo frente al despotismo ilustrado.
  • La de la originalidad frente a la tradición clasicista.
  • La de la creatividad frente a la imitación neoclásica.
  • La de la obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.

Es propio de este movimiento:

  • Un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional o Volksgeist, frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración en el siglo XVIII; en ese sentido los héroes románticos son, con frecuencia, prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata, Prometeo) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas (acción, tiempo y lugar) y la de estilo (mezclando prosa y verso y utilizando polimetría en el teatro), o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y populares como la asonante.
  • Igualmente, una renovación de temas y ambientes, y, por contraste al Siglo de las Luces (Renacimiento), prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo); venerando y buscando tanto las historias fantásticas como la superstición, que los ilustrados y neoclásicos ridiculizaban.
  • Un aspecto del influjo del nuevo espíritu romántico y su cultivo de lo diferencial es el auge que tomaron el estudio de la literatura popular (romances o baladas anónimas, cuentoscoplas, refranes) y de las literaturas en lenguas regionales durante este periodo: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca... Este auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo XVIII, de espíritu clásico y universalista, dispersada por toda Europa mediante Napoleón. tradicionales,
  • El Romanticismo se expandió también y renovó y enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo dando entrada a lo exótico y lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma, su inspiración.
  • Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo instintivo y sentimental. "La belleza es verdad"
  • Evocación del pasado. Se alejaron de la realidad evadiendo el tiempo. Predominaron en ellos los sentimientos de tristeza, melancolía, amor a la soledad, escenarios lúgubres, descontento.
  • Deseo de libertad del individuo, de las pasiones y de los instintos que presenta "el yo", subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la razón.
  • En consonancia con lo anterior, y frente a los neoclásicos, una mayor valoración de todo lo relacionado con la Edad Media, frente a otras épocas históricas.

Mundos Ficcionales


Mundos ficcionales en el texto:
una teoría semántica de la narración

Rosa Galdona Pérez
(Universidad de La Laguna)

Las palabras son las cosas
(o, mejor dicho, las experiencias que
ellos conocen) y las cosas son las palabras.
(Umberto Eco, Obra abierta)

¿Es el texto literario un mundo de ficciones?; ¿es el mundo un complejo textual a la espera de ser "ficcionalizado" mediante la escritura?; ¿es el texto una ficción, en realidad, o una re-elaboración del texto del mundo?

Estas y otras cuestiones similares, aparentemente tan complejas, no son más que el reflejo de una antigua inquietud humana, acerca de la concepción del arte y su relación con la naturaleza.

Un ejemplo sumamente elocuente al respecto lo tenemos en el filósofo italiano Giambattista Vico que, a caballo entre el barroquismo del s. XVII y las luces del s. XVIII, define su idea de mundo como "un vasto cuerpo inteligente, que nos habla con palabras reales" (Principios de una Ciencia Nueva).

Si convenimos en que el lenguaje es la capacidad humana que permite al hombre estructurar su pensamiento, es sencillo deducir que será esa capacidad verbal la que le permita designar la realidad que le circunda. En consecuencia, es necesario afirmar que, puesto que la palabra nombra al mundo, ese mundo existe en la medida en que es nombrado, haciendo que nombre y cosa, cosa y nombre sean las dos caras de una misma necesidad comunicativa.

La conexión mundo-texto se nos presenta, entonces, en términos de correspondencia mutua. Una relación de complicidad, en el sentido de que no media entre ellos más que un proceso de escritura o intencionalización, que hace del mundo una composición textual y del texto, un conglomerado de mundos "ficcionalizados".

En función de todo esto, y con el propósito de esclarecer y consolidar la importancia del mundo extra-textual, que alimenta la construcción ficcional del texto, parece sensato recuperar un componente del análisis lingüístico y literario que los estudios estructuralistas habían dejado de lado: el componente semántico o semántica extensional, en términos de la Lingüística Textual.

Para esta ciencia del texto, no sólo no debe ser marginado un estudio semántico de la narración, sino que es necesario tenerlo en cuenta para una comprensión y aprehensión más completa de la misma.

La teoría literaria en general, y la teoría de la narración, en particular, llevan demasiado tiempo dedicados a un tratamiento narratológico estructural estrictamente inmanentista. El objetivo de la Lingüística Textual es considerablemente más ambicioso, en el sentido de que pretende investigar, más que el texto literario, el hecho literario. Es decir, el texto literario como producto y componente central de todo un complejo grupo de elementos y relaciones que originan y conforman el fenómeno literario.

Así, el protagonismo absoluto que hasta ese momento desempeñaban los aspectos sintácticos en el estudio narratológico del texto comienzan a ceder terreno ante el empuje de otros menos atendidos: los pragmáticos y semánticos. Los aspectos, dicho de otro modo, semántico-extensionales, configurados en la organización semiótica del hecho literario como espacios teóricos en los que se desarrolla la teoría de la narración.

La semántica extensional toma ahora el relevo y se erige en el centro de interés de unos estudios que amplían sus miras, desde el texto literario al resto de circunstancias que lo condicionan como tal texto, y todo ello sin que el cambio de perspectiva implique el abandono del espacio sintáctico textual.

En efecto, aunque con la semántica extensional la atención del análisis se divide entre el interior y el exterior del texto narrativo, el papel de éste continúa siendo imprescindible en el análisis literario, puesto que la parte del ámbito extratextual que se estudia es tenida en cuenta siempre en función de la obra. En otras palabras, el referente interesa en su relación con el texto, cuya extensión es.

Ese referente -entendido como estructura de conjunto referencial constituida por los seres, estados, procesos y cosas externos al texto- se erige ahora en pieza teórica fundamental de la semántica extensional, que como parte de la semiótica, atiende a las relaciones entre signo y cosa, entre narración y contexto.

Para hacer posible el enlace entre el espacio extensional referencial y el espacio sintáctico intensional es imprescindible la operación de intensionalización, en virtud de la cual pasa la estructura de conjunto referencial a insertarse en el texto como construcción verbal.

Uno de los críticos que más ha reflexionado sobre estas cuestiones en nuestro país es Tomás Albaladejo, cuya aportación a los estudios de semántica literaria está considerada como una de las más significativas dentro de este campo de investigación.

Aborda este crítico en su obra Semántica de la narración: la ficción realista una de las cuestiones clave de la teoría literaria actual: la conexión entre el texto literario y el mundo representado en aquél. Dicho de otro modo, la construcción de la ficción en la narración, como creación de una nueva realidad formada por mundos literarios distintos de la realidad cotidiana.

En la medida, pues, en que este autor considera necesario el referente, como mundo representado en el texto, lleva a cabo un planteamiento semántico-extensional de la ficción que él mismo nos explica:

... baso mi explicación en las raíces referenciales y en la imprescindible proyección textual de éstas (...) El estudio semántico-extensional que hago tiene su base en una concepción del texto como construcción artística, en la que son plasmados componentes literarios no lingüísticos, como los mundos de la ficción creados por los autores, que son mundos que no existen con independencia de los textos narrativos y, en definitiva, de la narratividad ficcional (págs. 11-13).

Esos mundos literarios que no existen fuera del texto son lo que Albaladejo denomina mundos ficcionales, un producto de la actividad mental del escritor que cobra vida en el relato "inventando" una nueva realidad, verosímil o inverosímil, pero ficticia.

Para el tratamiento de la ficción, considera este autor plenamente adecuado tener en cuenta la teoría de los mundos posibles o semántica de los mundos posibles, creada y desarrollada originariamente en el campo de la filosofía. Según esta teoría, es compatible la existencia palpable de un mundo conocido -el nuestro- con otros mundos inexistentes, pero posibles y alternativos a éste.

La noción de mundo posible se asienta sobre una concepción del universo basada en la existencia de diversos mundos alternativos entre sí. Con sólidas y antiguas raíces filosóficas en pensadores como Leibniz, se trata, sin embargo, de una reflexión teórica absolutamente moderna, que plantea la concepción textual de mundos efectivamente actualizados con otros probable o hipotéticamente actualizables. Se podría decir, entonces, que se trata de una teoría que propone un acercamiento distinto y abierto al texto, en el que infinidad de mundos cobran o pueden cobrar existencia en la medida en que son concebibles por la mente humana.

Así, ha sido posible a la teoría literaria aproximarse a un texto narrativo ficcional para analizar en él todas las construciones referenciales posibles, esto es, factibles de realización, y las construcciones referenciales imposibles, es decir, las que sólo son posibles como mera creación imaginaria.

Según la teoría de los mundos, aquello que ontológicamente es imposible pasa a ser posible como construcción de mundo fundamentada en un texto literario. Cada obra literaria, afirma Cesare Segre, "pero en particular las de carácter fantástico, pone en pie un mundo posible, distinto del de la experiencia, que es necesario y suficiente que se someta a sus propias reglas de coherencia". Pero ya desde Aristóteles encontramos una apuesta decidida por el elemento ficcional en la escritura creativa o poesía:

Y lo maravilloso es agradable; una prueba de esto es que, en efecto, todos cuantos narran algo hacen algún añadido por su cuenta para agradar (...) Es preciso preferir lo imposible que es verosímil a lo posible que es increíble (Poética).

La teoría de los mundos posibles pretende ser una explicación de la realidad, entendida ésta de una forma amplia, pues de ella forman parte, tanto el mundo real efectivo, como los mundos alternativos a éste. Pero es, en todo caso, una explicación que se sustenta sobre los sujetos que los conforman -como protagonistas de sus distintas secciones y posibilidades- al margen de la expresión lingüística de la realidad puramente objetiva:

El texto narrativo es la plasmación y el soporte del mundo ficcional creado por la fantasía del autor y el elemento de proyección estético-comunicativa de dicho mundo. El mundo del texto ficcional es, por tanto, un mundo que, aunque mantenga conexión con el mundo real efectivo, es independiente de éste en tanto en cuanto está sostenido por el texto en el que es intensionalizado (...) La construcción ficcional, como construcción artística que es, tiene carácter poiético, por ser resultado de la actividad de creación del autor a partir de un modelo determinado de mundo (págs. 66-68).

Cuando Janos Petöfi, ya en pleno siglo XX, define un texto de lengua natural como "la manifestación de un complejo de mundos", mucho tiempo había pasado desde que el filósofo Vico aludiera al mundo como a "un cuerpo que nos habla con palabras reales". Sin embargo, son esos siglos que separan a ambas definiciones la prueba, quizá, más evidente de la vigencia del concepto.

En efecto, la vieja metáfora del mundo como texto permanece viva en el diálogo bi-direccional texto-mundo, que soporta y da sentido a gran parte de la actual teoría literaria de base semántica.

Para la Lingüística Textual, el mundo de un texto es aquella sección de la realidad global que es reproducida por una expresión lingüística con carácter de texto. Afirma Albaladejo que,

los mundos enraizados en el mundo real efectivo son mundos posibles, pero de aquellos son sólo mundos ficcionales los que sean representados por textos, que pueden ser no literarios, en el caso, por ejemplo, de la narración de un sueño por una persona a otra, o literarios, como cuando se trata de mundos artísticamente inventados (pág. 51).

Una forma de acercarse a la comprensión del mundo del texto es la división del mismo en submundos. Así, para Tomás Albaladejo, el mundo que es el referente del texto está dividido en tantos submundos de individuo como personas formen parte del mismo. A su vez, cada uno de éstos es susceptible de ser seccionado en otro tipo de submundos, de acuerdo con las diferentes actitudes de experiencia de los individuos, y siempre en conexión con la temporalidad.

Según este criterio, en cada submundo del texto o, lo que es lo mismo, en cada mundo individual, pueden localizarse varios submundos, establecidos por medio de las actitudes de experiencia en que se articula la totalidad de la estructuración referencial que afecta a cada personaje. Así, encontramos que cada mundo de individuo está compuesto por todas aquellas actitudes de experiencia que definen a esa persona en concreto, y que pueden ser de conocimiento, fingimiento, temor, deseo...

En consecuencia, cada mundo personal estará compuesto por el submundo real efectivo, el submundo deseado, fingido, temido, etc., que definen y dan existencia textual al personaje. De esa manera, el texto vendría a ser el punto de encuentro de todos los mundos de individuo que conviven en una determinada narración, el lugar donde chocan, se relacionan, se repelen o se complementan todo ese conglomerado de submundos de actitudes personales:

En la descripción de mundos del texto se encuentran las relaciones de accesibilidad de los mundos y submundos en aquella incluidos; dichas relaciones son resultado de la intensionalización de las existentes entre los mundos y submundos del referente textual. La organización de mundos de un texto no está formada por conjuntos semánticos cerrados unos a otros; el mundo de un texto ha de ser entendido como entidad abierta en lo que a trasvases, modificaciones, surgimientos, cancelaciones, etc., de mundos, submundos y elementos integrantes de éstos respecta (pág. 87).

En función de todo lo dicho, la incorporación de los mundos al texto narrativo puede ser vista, por un lado, como la intensionalización de submundos diversos, en los que cobran vida textual múltiples constantes esenciales en la organización vital del hombre y la mujer.

Por otro lado, ha de verse con claridad la importancia decisiva de esta textualización de mundos posibles dentro de la semántica extensional. Un protagonismo que viene dado, entre otras cosas, por la propuesta de colaboración entre lo sintáctico y lo semántico; relación que ha de ser aceptada como fundamental en la construcción del relato y cuyos antecedentes se remontan nada menos que a la antigua retórica clásica, con la compleja relación entre inventio y dispositio.

La propuesta de Albaladejo ha de ser entendida, en definitiva, como una teoría semántica de la narración, en la que referente extra-textual y creación literaria dialogan incesantemente, mediante los componentes de intensión y extensión semántica.

Desde un punto de vista lingüístico, nos interesa aquella sección de mundo que se intensionaliza en el texto y es ese mundo textualizado el objeto de estudio prioritario de la Lingüística Textual. El objetivo de una investigación semántico-extensional en la que ese mundo hecho texto se establece como estructura de conjunto referencial y cuya identificación formal es la representación semántica del mundo.

Si el narrador, hacedor de ficciones, es, como decía Aristóteles, el que cuenta no lo que pasa, sino "lo que podría suceder" (Poética), parece sensato afirmar que entre el texto y el mundo las relaciones posibles son y seguirán siendo infinitas.

Se establece entre ambos una dialéctica constante mediante la que el mundo queda escrito -como referente y como entramado imaginario- entre las líneas de la aventura literaria de un individuo, el creador, que se re-escribe a sí mismo una y otra vez, entre la ficción y la realidad, navegando entre mil y un mundos posibles.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Sobre los géneros literarios


§ Genero Narrativo: El narrador nos narra los hechos teniendo una función representativa.

§ Genero Lírico: El hablante lírico expresa sentimientos, tiene una función emotiva.

§ Genero Dramático: Es acción mediante el dialogo de los personajes, quienes poseen una función apelativa. Es una creación de lenguaje literario, creada por el dramaturgo dentro de un tiempo y un espacio. Posee una virtualidad teatral.

Virtualidad teatral: Es la capacidad de una obra dramática de convertirse en una obra teatral, apoyado por los elementos extra literarios: escenario, actores, maquillaje, vestuario, iluminación…

Obra dramática: Texto para ser representado.

Obra teatral: Es la obra dramática puesta en escena. Básicamente es un acto de comunicación entre la escenificación de la obra y el público que la ve.

EL GENERO DRAMÁTICO SE DIVIDE EN TRES SUBGÉNEROS:

Tragedia

Comedia

Tragi-comedia (mezcla entre tragedia y comedia)

Acción Dramática:

Progresiva Dinámica

Tensión Distensión

EL GENERO DRAMÁTICO CONSTA DE TRES PARTES:

Presentación

Desarrollo

Desenlace

TRAGEDIA: El canto del macho cabrío.

Conflicto: desasosiego del ánimo.

Antagonista: fuerza contraria al protagonista.

La fuerza sobrehumana siempre es mayor que la humana y eso realmente la tragedia, no las muertes o las luchas si no la incapacidad del ser humano de escaparse de su destino o sino o hado que marcaba al hombre y que era ineludible. Esa la visión del mundo de los griegos.

La tragedia proviene de la cultura griega en siglo quinto a.C. A este siglo se le denominó “Siglo de Pericles”. Los tres más grandes de la tragedia griega fueron Euripides, Esquilo y Sofocles Se mostró como teatro allí.

EL TEATRO EN ATENAS

Nace en festividades tributo a los Dioses. Estos cánticos e himnos eran en honor a Dionisio (Baco), Dios del vino. Los ditirambos eran más debido al estado de ebriedad que a la fe religiosa. Estas fueron las primeras expresiones de teatro.

PALABRA, LITERATURA, CULTURA

Literatura Oral: mantenida en la memoria colectiva de un pueblo transmitidas a viva voz hasta que es incorporada a un texto.

Literatura Escrita: testimoniadas en libros con autores que identificamos en la historia.

EL MITO Y LA LEYENDA EN SUS ORIGENES

Son expresiones literarias que hablan del origen y de los fundadores de una dinastía, tienen una función didáctica.

Los Mitos: narran aventuras de dioses, semidioses y hombres, la formación del mundo y la creación de los seres vivos.

La leyenda: mezcla realidad y fantasía; presentas personajes imaginarios, héroes, espíritus y hombres

EL MUNDO DEL MITO

Mito es relato de un hecho extraordinario, ocurrido en tiempos originales, en el cual intervienen dioses. Eran las respuestas que se daban los hombres para las preguntas que no se pude responder.

El mito no puede ser lógico - Se crean dioses, que eran los protagonistas de estos sucesos, y se les da características humanas para darle mayor cercanía al hombre - Se crean los ritos que son ceremonias a los dioses.

El Mito Griego: procede de las tradiciones mitológicas del pueblo griego, que posteriormente acogieron los romanos.

EL MUNDO DE LA LEYENDA

Leyenda es una narración de acontecimientos maravillosos que parten de un hecho real, recreado por la imaginación y la fantasía de un pueblo. Se transmite oralmente, tiene un carácter nacional y tiene un carácter local.

Literatura fantástica: VAMPIRISMO

El vampirismo se inicia como creencia popular y luego se traslada a la literatura.

Durante la Edad Media, el folclore y la imaginación popular sí tenían una retórica de los monstruos que se fundaba en relatos de tradición oral y escrita, en mitologías religiosas, en pictografías y en relieves arquitectónicos. Luego de la Ilustración y el predominio de la razón sobre la fe, esta retórica se fue postulando como pura literatura. El siglo XIX vivió una renovación del relato gótico y con ello un auge de textos sobre vampiros que constituyeron el verosímil (que retomaría el cine más adelante) hasta crear una figura ideal (platónica) del vampiro.

La problemática principal surge entonces a partir de qué hace que un texto sea fantástico y qué relaciones guarda este con el subgénero vampirístico.

Para tratar más ordenadamente la literatura de vampiros y de terror en general adoptaremos como puntos de conflicto los siguientes:

- el lenguaje

- la enunciación

- la construcción del monstruo

Sin embargo, tomamos las teorías como lo que realmente son: modelos parciales y alternativos de abordar un objeto para definirlo.

El romanticismo inauguró una serie de leitmotives como la tormenta a medianoche que presenta al monstruo iluminado por un relámpago detrás de alguna ventana en un castillo gótico. Esto permitía la fusión gradual entre el ambiente y la aparición espectral.

Con respecto a las descripciones, generalmente se desarrollaban de manera metonímica (manos, ojos, uñas, dientes, rostro) o indirecta, mediante indicios narrativos (retrato especular); siempre de manera modalizada (me parece...) y con la comparación como base.

Otro elemento central es la organización en manos de un narrador omnisciente que, gradualmente, adquiere la perspectiva de la potencial víctima para construir al monstruo a partir de su mirada.

Por último, la dicotomía entre realidad y sueño basada sobre las sensaciones de la pesadilla: pesadez para moverse, imposibilidad de gritar, momentos post-somnum, etc.

En Drácula, por ejemplo, y para tomar una novela paradigmática, las descripciones del vampiro son pobres y pocas. De hecho, están mayormente vinculadas a las reacciones que se despiertan en los espectadores y no a la propia fisonomía. En el siglo XIX los relatos eran extensísimos y reiterativos, es decir, un mismo personaje sufría idas y vueltas sobre un mismo elemento (apariciones nocturnas, ataques a jóvenes y hermosas damas) y permitían un eterno retorno al inicio. El siglo XX, con su extrema velocidad de lectura y su fragmentarismo, requiere de relatos más breves que desarrollan el clásico esquema principio-fin.

Para definir una obra fantástica, como cualquier obra literaria, la entenderemos como sistema, o sea, en la relación de las partes entre sí y con el todo, en su inmanencia.

Un estructuralista, Todorov, enuncia tres características del relato fantástico:

a- la obra debe despertar una vacilación en el lector ideal entre una explicación perteneciente al mundo natural y otra al mundo sobrenatural;

b- esa vacilación puede ser también sentida por uno de los personajes para transferirse al lector;

c- la obra debe obligar al lector ideal a rechazar una actitud alegórica tanto como una poética.

Así, lo fantástico duraría lo que dura la vacilación, aunque sea por un momento. Lo fantástico sería un estado pendular entre ambos mundos; si tomamos una postura a favor de alguno de ellos, lo fantástico se desvanece hacia la razón (extraño) o hacia la imaginación (maravilloso).


Guía de análisis literario

Para analizar un texto literario tendremos en cuenta los siguientes puntos:

1- AUTOR:

1.1 Biografía (datos que puedan relacionarse con su producción literaria).

1.2 Época a la que pertenece.

1.3 Clasificación en sus principales obras por géneros literarios.

1.4 Movimiento literario al que pertenece.

2- LA HISTORIA:

2.1 Secuencia de núcleos narrativos (función núcleos) determinación de las distintas partes del relato. Núcleos y catálisis. Trama, argumento y temas.

2.2 Personajes: aplicación del esquema actancial. Caracterización de personajes. Jerarquización.

2.3 Espacio y tiempo representados: determinación del lugar y época a través de los indicios e informantes.

3- EL DISCURSO:

3.1 NARRADOR: ¿quién habla?, ¿en qué persona gramatical se expresa?, ¿es testigo, omnisciente?, ¿es subjetivo u objetivo?, ¿es personaje?, ¿está fuera de lo narrado?

3.2 NARRATARIO: ¿a quién le habla el narrador?, ¿está explícito o implícito?, ¿qué punto de vista adopta? ¿cuántos narradores hay?, ¿cuántos puntos de vista hay?

3.3 RECURSOS CON RESPECTO AL MANEJO DEL TIEMPO: ¿qué recursos aparecen? ¿qué funcionalidad tienen?

3.4 MODO EN EL RELATO: distancia narrativa y perspectiva.

3.5 USO DEL LENGUAJE: niveles de lengua o variaciones del código, ¿qué niveles o lectos son usados? ¿cuándo? ¿por qué?

4- GÉNERO LITERARIO

Breve historia de nuestro idioma


1. Lengua Española o Lengua Castellana

Lengua románica, derivada del latín, que pertenece a la subfamilia itálica dentro del conjunto indoeuropeo; es el idioma de España y de las naciones hispanoamericanas, excepto Brasil, Haití y la Guayana; cuenta con unos cuatrocientos millones de hablantes.

¿Castellano o español?

Esta lengua también se llama castellano, por ser el nombre de la comunidad lingüística que habló esta modalidad románica en tiempos medievales: Castilla. Existe alguna polémica en torno a la denominación del idioma; el término español es relativamente reciente y no es admitido por los muchos hablantes bilingües del Estado Español, pues entienden que español incluye los términos valenciano, gallego, catalán y vasco, idiomas a su vez de consideración oficial dentro del territorio de sus comunidades autónomas respectivas; son esos hablantes bilingües quienes proponen volver a la denominación más antigua que tuvo la lengua, castellano entendido como ‘lengua de Castilla’.

En los países hispanoamericanos se ha conservado esta denominación y no plantean dificultad especial a la hora de entender como sinónimos los términos castellano y español.

Renunciar al término español plantearía la dificultad de reconocer el carácter oficial de una lengua que tan abierta ha sido para acoger en su seno influencias y tolerancias que han contribuido a su condición. Por otro lado, tanto derecho tienen los españoles a nombrar castellano a su lengua como los argentinos, venezolanos, mexicanos, o panameños de calificarla como argentina, venezolana, mexicana o panameña.

2. Orígenes

La base del idioma Español es el latín vulgar, propagado en España desde fines del siglo III a. C., que se impuso a las lenguas ibéricas y al vasco.

El latín, la lengua de Roma

Los abundantes documentos que nos quedan del latín provienen de los textos literarios. Pero si queremos conocer los verdaderos orígenes de nuestra lengua, tenemos imaginar como hablaban los hombres y mujeres del Imperio. Efectivamente, las lenguas romances no derivan del latín escrito en la literatura, sino del latín hablado en las calles y en las plazas. Y las diferencias entre una y otra variedad lingüística son importantes. En el aspecto fónico, el latín literario diferenciaba diez vocales (cinco largas y cinco breves) y esa longitud de la vocal podía modificar el significado de una palabra. El latín oral reemplazó esa distinción por el acento de intensidad, que persiste como rasgo distintivo de nuestra lengua. En el plano morfológico, los sustantivos y los adjetivos se declinaban lo que significa que adoptaban una terminación diferente según cual fuera la función que desempeñaban en la oración.

Esta característica del latín literario era reemplazada en el latín oral por un aumento en la cantidad de preposiciones, tal como sucede en el castellano actual. En lo referente al aspecto sintáctico, el latín literario empleaba con frecuencia el hipérbaton en tanto que el latín oral ordenaba la oración con una regularidad casi constante y similar a la de nuestra lengua. Una relación lógica por parte, si se tiene en cuenta que una lengua evoluciona y se modifica con mayor dinamismo en su variante oral que en la escrita.

Otros elementos conformadores del lexico español

Otro elemento conformador del léxico en el español es el griego, puesto que en las costas mediterráneas hubo una importante colonización griega desde el siglo VII a.C.; como, por otro lado, esta lengua también influyó en el latín, voces helénicas han entrado en el español en diferentes momentos históricos.

3. Los primeros invasores de la península

Antes de la llegada de los romanos, la península ibérica estaba poblada por diversas comunidades. A ambos lados de los Pirineos, se agrupaban diversos pueblos que poseían una lengua común, la vascuence. En el sur los nativos establecían relaciones comerciales con los fenicios.

Hacia el siglo VII a. C. los Celtas, provenientes del sur de Alemania, invadieron la península y establecieron en Galicia y Portugal. Fusionados con los iberos formaron el grupo de los Celtíberos.

Si bien cada una de estas comunidades poseían su propia lengua, es posible suponer que se influían entre sí.

La invasión Germánica

En el año 409 se produjo en España la invasión de pueblos provenientes del norte (los visigodos), entraron en la península por los Pirineos. No eran muy numerosos. Se instalaron principalmente en la meseta castellana. En un principio no se unían con los pobladores hispano - romanos, pero con el tiempo se fueron romanizando tanto los hispano-romanos como los visigodos, mantuvieron su lengua, aunque recibieron influencias que, en el caso del castellano, se advierten principalmente en el léxico.

La influencia Vasca

Junto a estos elementos lingüísticos también hay que tener en cuenta al vasco, idioma cuyo origen se desconoce, aunque hay varias teorías al respecto. Algunos de sus hábitos articulatorios y ciertas particularidades gramaticales ejercieron poderosa influencia en la conformación del castellano por dos motivos: el condado de Castilla se fundó en un territorio de influencia vasca, entre Cantabria y el norte de León; junto a eso, las tierras que los castellanos iban ganando a los árabes se repoblaban con vascos, que, lógicamente, llevaron sus hábitos lingüísticos y, además, ocuparon puestos preeminentes en la corte castellana hasta el siglo XIV. Del substrato vasco proceden dos fenómenos fonéticos que serán característicos del castellano.

La otra herencia del vasco consiste en que ante la imposibilidad de pronunciar una f en posición inicial, las palabras latinas que empezaban por ese fonema lo sustituyeron en épocas tempranas por una aspiración, representada por una h en la escritura, que con el tiempo se perdió.

La invasión de los árabes

En el año 711 se produjo la invasión árabe en España. Los musulmanes llevaron adelante la conquista con una fuerza inusitada. Así consiguieron abarcar toda la península, desde el sur hacia el norte.

La invasión árabe tenía un objetivo religioso. Por este motivo la lucha entre el mundo hispano-románico y el árabe se transformó en una lucha entre dos civilizaciones: la cristiana y la musulmana. La prolongada permanencia de los árabes en España y el contacto estrecho entre ambos pueblos generaron una cultura nueva que abarcó no solo lo lingüístico, sino también la literatura, la arquitectura, el arte y las costumbres.

En lo referente a la lengua los mozárabes hablaban un romance arcaico con gran cantidad de arabismos. Algunos seguían profesando el cristianismo, pero solían escribir con caracteres árabes. En cuanto a literatura produjeron una composición poética de metro y lenguaje híbridos, el zéjel.

La convivencia entre ambas culturas permitía reconocer dos Españas: la España musulmana, floreciente y lujosa, y la España cristiana, empobrecida y asolada por las guerras. Sin embargo la España cristiana valorizaba la cultura.

4. La Historia del Castellano

En la formación del español cabe distinguir tres grandes periodos: el medieval, también denominado del castellano antiguo, fechado entre los siglos X al XV; el español moderno, que evolucionó desde el siglo XVI a finales del XVII, y el contemporáneo, desde la fundación de la Real Academia Española hasta nuestros días.

El castellano medieval

El nombre de la lengua procede de la tierra de castillos que la configuró, Castilla, y antes del siglo X no puede hablarse de ella. Por entonces existían cuatro grandes dominios lingüísticos en la Península.

El Castellano fue tan innovador en la evolución del latín como lo fueron los habitantes de Castilla en lo político.

En el sur, bajo dominio árabe, hablaban mozárabe las comunidades hispanas que vivían en este territorio y conservaron su lengua heredada de épocas anteriores. La mantuvieron sin grandes alteraciones, bien por afirmación cultural que marcara la diferencia con las comunidades judía y árabe, bien por falta de contacto con las evoluciones que se estaban desarrollando en los territorios cristianos. En esta lengua se escriben algunos de los primeros poemas líricos romances: las jarchas, composiciones escritas en alfabeto árabe o hebreo, pero que transcritas corresponden a una lengua arábigo-andaluza.

El primer paso para convertir el castellano en la lengua oficial del reino de Castilla y León lo dio en el siglo XIII Alfonso X, que mandó componer en romance, y no en latín, las grandes obras históricas, astronómicas y legales. El castellano medieval desarrolló una serie de fonemas que hoy han desaparecido.

Desde el punto de vista gramatical ya habían desaparecido las declinaciones del latín y eran las preposiciones las que señalaban la función de las palabras en la oración. Los adjetivos posesivos iban precedidos de artículo.

El español del siglo XII ya era la lengua de los documentos notariales y de la Biblia que mandó traducir Alfonso X.

El castellano moderno

La publicación de la primera gramática castellana de Elio Antonio de Nebrija en 1492, fecha del descubrimiento de América y de la toma de Granada por los Reyes Católicos, establece la fecha inicial de la segunda gran etapa de conformación y consolidación del idioma.

A esta época pertenecen el cambio de las consonantes que altera y consolida definitivamente el sistema fonológico del español.

Desde el punto de vista del léxico adquirió una gran cantidad de neologismos, pues a estos momentos correspondió la expansión de Castilla y, por lo tanto, el contacto con otras culturas. Consiguió consolidarse como lengua dominante frente a otros dialectos peninsulares al llevarse a cabo la unidad política de Castilla y Aragón y ser el castellano la lengua de los documentos legales, de la política exterior y la que llegó a América de la mano de la gran empresa realizada por la Corona de Castilla, ya fijada en la gramática normativa de Nebrija.

En Francia, Italia e Inglaterra se editaban gramáticas y diccionarios para aprender español, que fue la lengua diplomática hasta la primera mitad del siglo XVIII. En esta etapa de la lengua se llegó al esplendor literario que representan los autores del siglo de oro. El léxico incorpora palabras originarias de tantas lenguas como contactos políticos tenía el imperio. Del italiano entran en el español desde el siglo XV al XVII los nombres de la métrica y preceptiva literaria.

Los americanismos, que comienzan a entrar en el siglo XVI, ofrecen una lista referida a las realidades que en Europa no se conocían y que son españolismos tomados por las lenguas europeas que proceden del quechua y el guaraní. Los términos más antiguos, proceden de los arawak.

El español contemporáneo

En el año 1713 se fundó la Real Academia Española. Su primera tarea fue la de fijar el idioma y sancionar los cambios que de su idioma habían hecho los hablantes a lo largo de los siglos. En esta época se había terminado el cambio fonético y morfológico y el sistema verbal de tiempos simples y compuestos era el mismo que ha estado vigente hasta la primera mitad del siglo XX.

Los pronombres átonos ya no se combinaban con las formas de participio y, gracias a la variación morfológica, los elementos de la oración se pueden ordenar de formas muy diversas con una gran variedad de los estilos literarios.

5. Los Dialectos

Hasta la irrupción de la radio y la televisión en la sociedad —en la segunda mitad de este siglo—, era relativamente fácil diagnosticar por los hábitos fonéticos y la entonación la pertenencia de un determinado hablante a su correspondiente área dialectal. Hoy, aunque también se siguen dando estas diferencias, la imitación de la norma que esos medios han ido creando entre los hablantes, hace que la pertenencia a diferentes comunidades lingüísticas no sea tan clara ni tan rotunda.

Del mapa lingüístico medieval ibérico surgieron variedades lingüísticas que algunas se convirtieron en lenguas y otras, con el paso del tiempo, se transformaron en dialectos de alguna de ellas. Entre las variedades relacionadas con el español se encuentran: el leonés, que se habló desde Asturias hasta las tierras de Cáceres y que, ya a finales del siglo XV, había dejado su lugar de idioma en pugna con el castellano para ocupar el puesto de mera variedad dialectal; el aragonés, con una situación análoga al leonés, que se habló en el reino de Aragón y cuyas fronteras naturales son los Pirineos por el norte, la cordillera Ibérica por el oeste y los límites de Cataluña y Valencia por el este. A partir del siglo XIV, como consecuencia de la conquista de Andalucía por los castellanos, surgió el andaluz, que integró algunos rasgos del mozárabe, como un auténtico dialecto del castellano. El extremeño, que empezó siendo una variedad fronteriza del leonés y el castellano se ha consolidado como uno de los pocos dialectos hoy todavía identificables por sus aspiraciones implosivas y su peculiar léxico. El riojano, que se habló en La Rioja, y que tan decisivamente influyó en el castellano escrito de los primeros tiempos, era una variedad dialectal del aragonés. Otro dialecto de fronterizo aún vigente lo representa el murciano, en el que confluyeron el castellano, el aragonés y el valenciano, variedad catalana. En las islas Canarias existe el canario, cuya entonación, léxico y fonética influyeron en el español americano del istmo y norte de Sudamérica.

En el siglo XVI el castellano sirvió de base para la creación de un sabir o lengua de intercambio en el Mediterráneo. Un siglo después se configura otro sabir en el Caribe, que luego se criolliza para dar paso al papiamento de Curaçao. Los jesuitas que entraron en contacto con los indios guaraníes crearon otra lengua de intercambio conocida como lengua general.

En cuanto al continente americano, no han faltado autores que calificaban de dialectos a cada una de las variedades lingüísticas que se han consolidado en los respectivos países.

La dialectología del español en América debe hacerse por cada país antes de que la homogeneidad que imponen la radio, el cine y la televisión borren las fronteras dialectales que aún existen.